jueves, 6 de abril de 2017

Nueva York en la literatura (IV): ¡CORRE, HOMBRE, CORRE!

"El corazón del modo de vida americano se saltó un latido que jamás podrá recuperar".
El latido de la convivencia. El latido de imaginar que el color de la piel o la cadencia de un acento no tienen por qué levantar fronteras de recelo. Un latido que hace que el país camine siempre medio cojo, doliéndose de la misma violencia, del mismo miedo.

Chester Himes es un gigante de la novela policiaca. Escribió diez libros protagonizados por dos detectives inolvidables, Coffin "Ataúd" Ed Johnson y Gravedigger "Sepulturero" Jones, todos ellos ambientados en el barrio neoyorquino de Harlem, y todos ellos con el racismo como tema central. A finales de los años sesenta, Himes emigró a España, huyendo de la discriminación racial de Estados Unidos, y murió en Alicante en 1984, no sé si reconciliado o no con la sociedad blanca que tanto le había maltratado por ser negro, pero desde luego dejando un legado literario a la altura de los más grandes escritores norteamericanos de novela policiaca.

Hoy os traigo una novela para leer con el corazón en la boca, no cómodamente arrellanados en el sofá sino al borde mismo del asiento, con todos los sentidos alerta y el cuerpo listo para levantarse y escapar a toda velocidad en el caso de que el asesino del libro logre saltar de las páginas y apuntar con su arma en tu dirección. Contiene una de las escenas de persecución más eléctricas y brutales que he leído nunca: un verdadero homenaje a la lectura compulsiva y también una denuncia feroz del racismo en Nueva York. 

Estamos en 1966 y un negro conduciendo un coche es un ladrón de coches en potencia. Un negro solo caminando por la noche sin duda se dirige o vuelve de algún trapicheo. Un negro que corre es porque huye tras haber cometido un delito. Un negro bien vestido seguro que trabaja en la mafia de Harlem. Un negro, esté donde esté y haga lo que haga, siempre es sospechoso de algo. Y los asesinatos de negros, al fin y al cabo, no son más que "rasguños en la piel de la ciudad", pequeñas molestias cotidianas que como mucho se investigan con desgana. Los negros, "ese pueblo perdido", siempre sirviendo, o robando o en la cárcel. Siempre con miedo de que sus vidas caigan en manos de algún blanco caprichoso (patrón, banquero, policía) que las convierta en un infierno. 

"El corazón del modo de vida americano se saltó un latido que jamás podrá recuperar". 

Al compás de ese latido perdido, Chester Himes escribió esta novela salvaje y desgarradora: un homenaje a Harlem, la herida abierta del racismo en Nueva York. 


Chester Himes




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