lunes, 29 de enero de 2018

BABY POP

Entras en la librería y se hace el silencio. La gente se gira y te mira. Aunque no hagas ni digas nada, te mira. Y sonríe. Varias mujeres se acercan a ti, despacio. Andan con cuidado. Como si no quisieran hacer ruido. Como acariciando el suelo. Acariciando el aire. Tu presencia vuelve el espacio delicado. Una burbuja de caras sonrientes que desean tocarte. Eres el centro de atención. El centro del universo. Y está bien que así sea. Acabas de cruzar la primera puerta de este mundo. Y el mundo te da la bienvenida. 

Hace nueve meses eras una cosita diminuta. Un grano de arena en la inmensidad de la playa. Luego fuiste una cereza, un pececito juguetón, una ranita que jugaba a moverse y a hacer cosquillas. En el quinto mes empezaste a escuchar las canciones del mundo exterior y en el sexto eras tan grande como la mano de tu papá. En el séptimo descubriste las delicias de tu pulgar, y en el octavo, el placer de estirar las piernas dando pataditas. "En el noveno mes echabas las últimas siestas en tu guarida, suave como una nube. Y soñabas, rodeado de estrellas, esperando el día de tu nacimiento". 

Y ahora estás aquí, en la librería, acaparando todas las miradas. Abriendo y cerrando la boca cuando alguien se te acerca y jugando a atrapar en tus puños diminutos los reflejos de colores de las luces del techo. La gente te mira y te ríes. Cómo te gusta tirar cosas al suelo. Y pataleas de alegría mientras tu padre se acerca al mostrador para pagar el libro, este libro en el que apareces tú a tamaño real, tú transformado en cereza, en ranita, en girasol, tú creciendo en el hogar cálido de tu mamá mientras escuchas, al otro lado de su cuerpo, las canciones de amor que ella te canta. Este libro que cuenta la historia de cómo llegaste a este mundo y fuiste bienvenido. Tu libro. 



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