viernes, 12 de enero de 2018

EL FINAL DE TODOS LOS AGOSTOS

"El misterio hace a la gente más interesante, y, a veces, es mejor quedarse con el recuerdo". 

Pero, ¿cómo acallar la curiosidad? ¿Cómo no querer saber qué fue de aquel amigo de la infancia, aquel pelirrojo del pueblo de la costa donde pasamos tantos veranos y que no hemos vuelto a ver en veinte años? 

El protagonista de este cómic va a realizar una exposición fotográfica con fotos hechas cuando era un crío y ha pensado volver a los lugares de esas fotos y hacer otras nuevas con el mismo encuadre, a la misma hora, en el mismo sitio. Es como un viaje al pasado. Convertirse en turista de su propia memoria para despertarla y descubrir qué pasó. De qué huyó. Y quizá...

Quizá plantearse qué habría pasado si hubiera seguido veraneando en ese pueblo, saliendo con ese amigo, compartiendo confesiones y brusquedades, miradas de reojo y escalofríos. 

Pero el pasado no es un lugar al que se pueda volver con facilidad. Cuando lo hacemos, nos encontramos casi siempre las habitaciones desiertas, cáscaras vacías de sentimientos que ya no están. El pasado es una historia. Una invención. Una foto única que no puede volver a tomarse. 

Este cómic es perfecto en su sencillez. Por su ritmo y su claridad, parece el guión de una película. Un guión cuidado y delicado, con hojas de papel transparente que marcan las transiciones entre el ayer y el hoy, superponiendo el color de los recuerdos sobre el blanco y negro del presente. Me ha llamado la atención ese detalle, la expresividad del color para los recuerdos, que los vuelven más intensos, más reales que la vida misma. 

No hay melancolía explícita en este cómic. Ni sentimentalismo. Sólo la pregunta insistente que planea y planea en la cabeza del protagonista: ¿qué habría pasado si...?
A veces es inútil buscar la verdad cuando tenemos una buena historia en su lugar. De niños lo tenemos claro. Luego, al crecer, se nos olvida. 



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